Pocos países presentan un contraste tan fuerte en sus
infraestructuras como China. El gigante asiático acoge una gran cantidad de las mayores
obras de ingeniería civil de todo el mundo en los más diversos campos, pero al
mismo tiempo es un mercado en expansión y con mucho margen de mejora en la
calidad de sus servicios. Después de unos años en los que adquiría tecnología
occidental para progresar, el crecimiento en la última década ha sido
espectacular y hoy está a la vanguardia de los grandes proyectos que se están haciendo
realidad a lo largo del globo. El impulso internacional que ha recibido el país
es enorme gracias a la imagen que han proyectado eventos como los Juegos
Olímpicos de Pekín en 2008 o la Exposición Universal de Shanghai en 2012.
Según el informe The Global Competitiveness Report del Foro Económico Mundial, China
ocupa el puesto 64º en la calidad general de sus infraestructuras, con una nota
de 4,4 sobre 7. En otras palabras, el país asiático tiene mucho margen de
mejora en este terreno. Si bien en ferrocarriles tiene una posición consolidada (puesto 17 con
una nota de 4,8), el resto de las infraestructuras tiene todavía un descomunal
margen de mejora. Sus carreteras ocupan el puesto 49º a nivel mundial, con una
nota de 4,6; sus puertos bajan hasta el puesto 53 y una nota de 4,6; y sus
puertos apenas llegan a la 58ª posición, con un 4,7 de evaluación. Eso provoca
que, según el Global
Infraestrcture Investment Index de 2014
realizado por la consultora Arcadis, China sea el decimoséptimo mejor país para
invertir en infraestructuras.
La imagen de China, en todo caso, es siempre grandilocuente.
Sucede en su punto fuerte, en el ferrocarril. Su gran orgullo es su red de
trenes bala, la más extensa del mundo, con más de 7.000 kilómetros de vías.
Pero su progresión es ambiciosa, porque la idea es que en 2020 supere los
16.000. La red general es la segunda más larga del mundo, con 103.144 kilómetros (sólo
por detrás de los 224.792 kilómetros de Estados Unidos), y eso le sirve para
ser el tercer país del mundo por número anual de pasajeros, 2.106 millones de
pasajeros en 2013. China destaca incluso con los retos más audaces, como el
llamado Tren del Cielo, la línea inaugurada en 2006 para unir Xining y Qinghai,
el ferrocarril más alto del punto (su punto más elevado está a 5.072 metros),
con más de 1.000 kilómetros de vía a 4.000 metros de altitud y 550 de ellos en
terreno congelado.
En cuanto a sus carreteras, las
cifras chinas son igualmente impresionantes. El país alberga la segunda red viaria más
grande del mundo, con 4,24 millones de kilómetros. Su red de autopistas sí es
la más grande del mundo y supera los 96.000 kilómetros. Si la última década ha
sido de una expansión inmensa, los próximos quince años prevén un crecimiento
sensacional. El objetivo del Gobierno chino es que en 2030 sean 6,8 millones de
kilómetros los que recorran el país, aumentando los kilómetros de autopista
hasta los 180.000. Eso va a incluir obras de ingeniería tan espectaculares como
el túnel que se prevé inaugurar en 2015 en la carretera que une Sichuán y
Tibet, considerada una de las más peligrosas del mundo por atravesar más de una
docena de ríos y de montañas a gran altitud. Lo que se está construyendo es la
sección que atraviesa la montaña Trola, que será un túnel de siete kilómetros
que permitirá reducir el tiempo de viaje de las dos horas actuales a poco más
de diez minutos.
Su red aeroportuaria es igualmente impresionante. Con 182
aeropuertos operativos a finales de 2012, entre 2011 y 2015 ya tenía la
previsión de inaugurar 82 más. El pistoletazo de salida a las mejoras en este
ámbito se dio en 2002 y desde entonces el crecimiento ha sido espectacular. El
Aeropuerto Internacional de Pekin es la joya de la corona y ahora mismo el
segundo de más tráfico de todo el mundo. En 2013 lo utilizaron casi 84 millones
de personas, y en este 2014 las cifras comparativas ya han aumentado en un 1,4
por ciento. El crecimiento, además, ha sido imparable. En 2004 era el vigésimo
aeropuerto más transitado del mundo, en 2008 el octavo y no asaltó la segunda
posición hasta 2010.
Pero hay otros muchos terrenos de
la ingeniería civil en los que China impresiona. Tiene las dos redes de Metro
más grandes del mundo, la de Shanghai y la de Pekin. La primera de ellas cuenta
con 538 kilómetros de líneas y el objetivo es que en 2020 sean 877 kilómetros.
La presa de las Tres Gargantas, en el curso del río Yang Tse, es la más grande
del mundo, con 2.309 metros de longitud y 195 metros de altura. Siete de los
diez puentes más largos del mundo también están en China, incluyendo los tres
que encabezan ese ránking. Se trata del Gran Puente Danyang-Kunshan (164.800
metros), el Gran Puente de Tianjun (113.700) y el Gran Viaducto de Weinan Weihe
(79.732). Y también posee este país el puente más largo del mundo sobre el mar,
el que se encuentra en la bahía Jiaozhou, en la ciudad de Quingdao, con sus
42,5 kilómetros.
China es un mercado en expansión y, por tanto, una oportunidad
para la inversión en el terreno de la ingeniería civil. Según el Informe sobrelas inversiones mundiales de 2013 realizado por la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Comercio y Desarrollo, China es el segundo mayor destino del mundo
para estas inversiones, sólo por detrás de Estados Unidos y lidera la
clasificación de las economías más atractivas para las compañías
transnacionales en el periodo 2013-2015. De hecho, ya hay importantes compañías
españolas que ya tienen presencia en el gigante asiático en terrenos tan
diversos como la energía eólica, el gas natural, la gestión del tráfico aéreo,
el desarrollo de las redes de transporte público, según desgrana el informe
Presencia de España. La empresa española en el mundo, publicado por el
Ministerio de Asuntos Exteriores en julio de 2013.
Por si esto fuera poco para entender el atractivo de China en
general y en el campo de la ingeniería civil en particular, el país ofrece el
mercado interior más grande del mundo (1.300 millones de consumidores
potenciales). Además, mantiene un crecimiento anual que supera como mínimo el 8
por ciento. El coste de la mano de obra es barato, aunque no tanto como lo era
hace algunos años y las provincias del oeste (especialmente Sichuán) están
ofreciendo un espectacular desarrollo que se transforma en oportunidades de
negocio. Entre los puntos débiles a los que tiene que hacer frente la inversión
en China están un cambiante contexto legal y la complejidad administrativa,
agudizadas por las evidentes diferencias culturales con occidente.
Azierta participa en el Encuentro Empresarial en China la primera semana de diciembre junto con otras grandes ingenierías españolas. Dicho encuentro se lleva a cabo en las ciudades de Shanghai y Pekín con el objetivo de promover la cooperación entre empresas de ambos países.