jueves, 5 de septiembre de 2013

Del mítico Transiberiano a la línea china de alta velocidad más larga del mundo


Si hablamos de las mayores vías ferroviarias del mundo, parece casi obligado contrastar dos que nada tienen que ver entre sí, una moderna y otra clásica, una casi futurista y tecnológica y otra que evoca tiempos mucho más duros y románticos. Porque no hay línea férrea más larga que el Transiberiano, con sus casi 10.000 kilómetros de extensión que hacen palidecer los de otros grandes trayectos por tren, como por ejemplo los 2.000 kilómetros del también mítico Orient Express. Pero si hablamos de una vía de alta velocidad hay que coger una máquina del tiempo y viajar hasta nuestros días y hasta China, donde está el trayecto  más largo del mundo, con 2.298 kilómetros de extensión.

Esa distancia es la que separa la capital china, Pekín, de la ciudad comercial y centro económico de Guangzhou. Antes de la inauguración de la línea de alta velocidad había que emplear 22 horas en moverse de una a otra. Ahora, ese tiempo ha quedado reducido a ocho horas. El tren alcanza una velocidad media de 300 kilómetros por hora y elevó hasta los 9.300 kilómetros la extensión de los recorridos de alta velocidad en el país. China pretende llegar a los 16.000 kilómetros en 2015 y nada menos que a los 50.000 en 2020, con la culminación de cuatro ejes que conecten Pekin con el norte, el sur, el este y el oeste del país.

Y es que la idea es construir una gran industria nacional ferroviaria basada en este proyecto. Para ello, no ha escatimado en contactos internacionales que transmitan su saber a los ingenieros chinos, ya que se ha contado con la participación de las grandes empresas del sector de todo el mundo, desde Siemens a Alstom pasando por Kawasaki, y se han importado los raíles desde países como Venezuela o Turquía. La línea se inauguró 26 de diciembre de 2012, fecha escogida para que coincidiera con el cumpleaños de Mao Tse-Tung, aunque el primer tren con pasajeros no circuló hasta el 8 de enero de 2013. Las fechas se cumplieron a pesar de algunos contratiempos, como el derrumbe de parte de la línea por las lluvias torrenciales de marzo de 2012 o el choque de dos trenes en 2011 que se saldó con 40 muertos.

Qué lejos quedan los tiempos en los que se construyó el Transiberiano, la línea férrea más larga del mundo, que une Moscú con Vladivostok. Un total de 9.288 kilómetros de vías que conectan la capital del antiguo imperio soviético con la costa rusa del Océano Pacífico. Para tener una idea de la vasta extensión que cubre, basta decir que el viaje de principio a fin dura siete días y que cubre hasta ocho zonas horarias diferentes. En realidad, son tres los trayectos que cubra esta mastodóntica obra: el Transiberiano (es la línea principal, la que une Moscú con Vladivostok), el Transmanchuriano (que llega hasta Chitá después de pasar por Pekín) y el Transmongoliano (cuya última parada es Ulan Ude, capital de la república rusa de Buriatia).

Hay que retroceder a la primera mitad del siglo XIX para ver los primeros pasos de la construcción del Transiberiano, y se hizo de una forma que hoy sería impensable, empleando el trabajo de prisioneros y campesinos, que perdieron la vida a miles debido a las duras condiciones de las inhóspitas zonas que recorre, desde los bosques de Siberia a los bordes del desierto de Gobi. La inmensa obra se llevó a cabo en ocho grandes etapas que respondieron a los enormes retos que planteaba la orografía, como los raíles que sortearon el lago Baikal, en cuyas labores los trabajadores tuvieron que emplearse colgando de acantilados. La inauguración tuvo lugar el 21 de julio de 1904, más de un siglo antes de que lo hiciera el moderno tren bala chino que une Pekín y Guangzhou.

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